domingo, 22 de enero de 2012

un pequeño flashback en un mundo de flshforwards.

Acto sexto, Seven days in sunny June.
Quemamos los libros, adiós a las noches sin dormir rodeados de letras, papeles, filósofos, artistas, literatos y demás fauna. La libertad supo a gloria, y a gloria supieron también las vías de un tren llamado Aventura. Once días, cinco países y seis amigos. Con diecisiete años largos podía decir que había visitado por cuarta vez la ciudad del amor, había escuchado Wish you where here en la escalinata infinita del Sacre Coeur, espiamos prostíbulos desde la ventana de nuestra habitación en Frankfurt, comimos Bratwursts cocinadas por nosotros mismos y el yogur turco nos supo a ambrosía. Los comunistas checos huyeron de nosotros en Praga, el lomo y el ketchup visitaron Viena, perdiéndose con nosotros por la autopista en busca del hostal más escondido de toda Austria. Un tren de medianoche a Venecia nos regaló un amanecer inolvidable y los helados artesanos de Bérgamo aliviaron los cuarenta grados de la Bella Italia.
Volvimos a casa, un poco más viejos, un poco más sucios y un poco más delgados.
En un mes que se dice tan pronto como se pasa he visto las luces de color bailando sobre el Sena; he viajado de Mont Martre al Römer de Frankfurt en menos de veinticuatro horas, pasando por el Moulin Rouge y los rascacielos alemanes. Atardecí en la torre del reloj astronómico de Praga, escuchando el traqueteo de las marionetas que cambian la hora. Mientras se oscurecía el cielo sobre el puente de Saint Charles pasamos por la neutralidad suiza y pisamos la cuna de la música. Por las mismas baldosas que pisó Mozart paseando por la ciudad de Viena caminé durante horas, de San Carlo Borromeo a su reflejo en el estanque en forma de elipse que mezcla dos realidades tangibles en el espacio y en el tiempo, y te transporta al Schloss Schönbrunn mientras gira y gira la noria del Prater.
Cruzando la noche en un tren interminable hasta Venezia, la parte de Italia donde amanece a las 4 y media de la mañana y los turistas la cubren como hormigas en celo a partir de las siete y media. Tras esa marabunta se esconde una plaza de las más increíbles del mundo, siete góndolas y un entramado laberíntico de puentes y canales.
Y de San Marco y sus leones acabó el sueño en Bérgamo, la ciudad de los polos, césped, fuentes y helados. Vistas a los Alpes un último empujón al cansancio y vuelta a la rutina.
Se me congeló el tiempo en 11 días.