Pocas personas conocen que en realidad las
luciérnagas son un tipo de escarabajos, sin embargo, ¿quién desconoce porque las llaman así? Todos conocemos la luz, conocemos la alegría y sabemos reconocerla
cuando está, podemos ayudar a una luciérnaga cuando su luz brilla, solo porque
podemos verla. A veces nos olvidamos de quienes un día apagaron su luz y se
olvidaron de sonreír, solemos no saber ayudar cuando todo va mal, pero mientras
haya luz nadie duda que allí estaremos…Pero ¿y dónde quedó esa luz? A menudo,
sin darnos cuenta, huimos, nos envolvemos escondiéndonos de nosotros mismos y
simplemente rodamos como los escarabajos y escondemos esa luz, la perdemos, a
veces somos simplemente escarabajos. Luciérnagas hay muchas, pero escarabajos
más.
Buenas noches luciérnagas, nunca dejéis que nadie a
vuestro alrededor se convierta en escarabajo y brillad por ellos. Ya que esta noche hablo de tristezas y de luces
apagadas, de miedos y lágrimas, de nuevo, hablo de mí, esta vez, sin él.
Es de noche y me trae recuerdos. No sé a qué día
estamos, pasan tan rápidamente desde hace tan poco… Que luna tan gordita debe
de hacer y ni siquiera puedo verla desde esta ventana ¡qué asco!
Porque me gustaría comprobar si es más grande que mi pulgar y así saber si
donde quiera que estés está igual, como en aquella película donde al final todo
acabó bien ¡bah! Qué más da yo no la veo y tú seguramente no la quieres ver,
sinceramente creo que debo hacerme a la idea de que ya no estarás pensando en
esta niña, bueno, no soy una niña, no soy luchadora, no soy tu camino, solo soy esa cara de idiota, idiota…Idiota
por tener que recordar cada noche la última vez que me regalaste uno de
aquellos jodidos besos y como dejé que me los arrancases sin intentar evitarlo,
que fácil te resulto a ti perderlo todo en un momento.
Y esta noche solo te quiero olvidar…
Habiendo cumplido mis 17 primaveras me
encontraba allí sentada; tirada; o como quieras llamarlo, con el calor propio
de Mayo y aún así congelándome hasta la última punta de mi pie sin que yo lo
notara, aún con la copa medio vacía de vodka y lima en una mano y en la otra
con un cigarro al que pocas caladas le quedaban ya. Allí sentada, viendo como
jóvenes pasaban frente a mí; unos con prisa, otros más calmados, afectados,
divertidos, gritando, saltando e incluso algunos andaban en silencio; podía
observar desde allí como algunos solo andaban siguiendo al resto y su silencio
se ensordecía con el sonido de los coches, de los hielos, la música y la
fiesta. Su silencio era el mío, silencio en aquella noche donde la copa de
vodka me congelaba la garganta e iba tratando de hacerme olvidar aquello por lo
que permanecía aún allí. Allí sentada mi ángulo de la vida era diferente, el mundo
estaba del revés, todo parecía perfecto. Era capaz incluso de estallar en una
carcajada, no parar de reír por unos segundos incluso de hacer parecer la chica
más extrovertida del lugar, que triste que todo fuera producto del alcohol que
ya me estaba inundando las penas del corazón y del calor y del frío, de la
noche, de aquel bordillo y sobre todo de ese ángulo de la vida. Y la noche se
alargó y dejé de preocuparme por mí, por ti, por tus besos y tu mirada, por tus
te quiero y tus mentiras, todo se veía más sencillo desde allí, mi única
preocupación era aquel dolor de pies rabioso causado por esos preciosos tacones
negros de 12 cm que había comprado solo para aquella ocasión, siendo ellos un
motivo, una excusa para sentirme mejor, para subir mi ánimo y recuperarme a mí
con mis risas de medianoche. Una calada más y parecía que mis pensamientos se
esfumaban con el humo. Un trago más con un amargo sabor a gotas de felicidad.
Una carcajada al darme cuenta de que era incapaz de caminar, y más risas al
verme caer. Y bajé de aquel escalón y recordé que solo bebía por olvidar, por
sanar, una cura que daña y aquellos tragos de felicidad se convirtieron en suspiros
de medianoche, se convirtieron en relatos de escalones, de tacones de agujas,
de vestidos cortos y estrechos ceñidos a la cintura, de melenas largas y bien
peinadas, de risas por compromiso, de vasos con hielos…de noches de olvido. Que
mañana todo volvería a ser normal, a ser imperfecto, la mañana volvería a tener
sabor a ti. Llegaba la última calada, el último trago al mundo del olvido, al
país de las maravillas; lo intenté aprovechar, abrí los ojos, y
desgraciadamente, me di cuenta de que no había funcionado. Y desperté, en la
misma cama, en la misma distancia y nada había funcionado, aquellos tacones no
fueron excusa para ser feliz y solo me quedaba esa maldita resaca, ahora solo
me quedaba la esperanza de volverme a emborrachar.
Pasaré los días, pasaré las horas y las
noches siempre se detendrán en el tiempo, porque desde que me dejaste, las
estrellas caminan despacio, recorren el cielo, esconden la luna y se cuelan en
los vasos de adolescentes atontados por no saber de la vida, por primeras
experiencias, asustados por sus nuevos olvidos y les acompañan hasta que llega
el día. Mi pregunta fue ¿Llegará el día que despierte con la luz del sol
llamando a mi ventana para recordarme que ya solo queda en un sueño? Apaga y
vámonos.